Después de un buen rato de paseo y una cerveza al caer la tarde, como no podía ser de otra manera, mi tío Manolo nos cuenta alguna que otra anécdota de hace años.
Nunca ha sido capáz de callar más allá del tiempo necesario para respirar cuando la conversación le atrae, y sin poderlo remediar, deja que sus recuerdos lleguen poco a poco para poderlos contar.
Las corridas de toros, el olor de los puros y los pañuelos blancos se abren paso en sus recuerdos y como siempre, nos narra alguna que otra faena grabada en su mente y su corazón.
Con el final de la cerveza, toma valiente la alternativa y actúa ya como torero cuando en una lámina, un papel o la misma servilleta del bar, dibuja con el lápiz la silueta de un toro, y adornando la tarde con su orgullo, nos hace también recordar y sonreír.
Yo su sobrino desde aquí comparto mi espacio para con su dibujo enviarle a él y los suyos nuestro más eterno abrazo, deseando que se ejecuten las suertes de la vida y que a pie o a caballo, como en los toros, la vida sea la mejor de sus faenas con la montera siempre boca abajo.
Un beso y Olé!