Cinco siglos de convivencia se acabaron en 1992. El seis de abril comenzó una guerra brutal, una guerra entre vecinos. Bosnios, Serbios, Croatas y Yugoslavos formaban un ejemplo de población multiétnica en Bosnia-Herzegovina con una división religiosa entre musulmanes, cristianos ortodoxos y católicos.
El odio, las envidias, la mentira y el terror eran las bases de una guerra cuya finalidad era infligir el mayor sufrimiento posible a los civiles del bando contrario. Mas de la mitad de los muertos son civiles asesinados de los que mayoritariamente fueron bosnios y croatas.
Los tres pilares de la Guerra de Bosnia, marcada por el odio entre vecinos, odio hacia los demás, se fundamentaba en conseguir la limpieza étnica, la intimidación, la destrucción de los lugares de culto, cementerios o centros culturales. Las fuerzas servias y croatas realizaron esta limpieza étnica en sus territorios, los serbios cometieron la masacre de Srebrenica al final de la guerra.
Las violaciones en masa en Bosnia y los abusos sexuales de niñas y mujeres por las fuerzas serbias. La violación fue reconocida como arma de guerra empleada como herramienta de limpieza étnica y genocidio.
Un genocidio que quedó reconocido por la Corte Internacional de Justicia, aunque sentenció que Serbia no tuvo responsabilidad por el genocidio cometido, si bien quedó demostrado que no actuó para impedir la masacre de Srebrenica y no castigó a los responsables.
Los recuerdos de la guerra y sus circunstancias están muy frescos hoy en día. El comandante del ejercito serbobosnio Ratko Mladić fué detenido el 26 de mayo de 2011, es decir hace menos de un año.
Hoy, en el 2012 las autoridades y gobernantes siguen siendo marionetas del odio y la religión en las mesas de negociación y diálogo y muchos de los dos millones de refugiados aún no han vuelto a su país.
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Igualmente está fresca la cobardía que demostró Europa en esos momentos, incapaz de atajar la situación e imponer la paz cuando a ojos de todos se cometía la masacre.
El pueblo no quiere olvidar a los muertos y el recuerdo debe servir para que nunca más pueda volver a suceder una guerra entre vecinos. Los diferentes gobiernos deben unir sus objetivos para la seguridad y el bienestar de todos.
Los ciudadanos colocan flores blancas, muñecos de peluche, juguetes y libros sobre las sillas pequeñas que recuerdan los niños asesinados mientras guardan una hora de silencio en su recuerdo. La calle grita paz, deben ser vecinos, en paz.
Un enorme abrazo y el recuerdo para mis amigos Snjezana Pejicic Avdic, Dzafer Avdic, y Haris Avdic Pejicic que ahora están con nosotros y forman parte de nuestra vida y nuestra historia.
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